TIEMPO Y COMPAÑIA

TIEMPO Y COMPAÑIA

No podemos ser más diferentes, y, sin embargo, no podríamos ser más iguales.
Compartimos un momento puntual de la vida.Igual que esos viajeros de excursión que coinciden todos en el mismo bus que va a Brasil, o que esas personas que hacen cola dos horas para hacer un trámite en la Intendencia o en Banco y terminan conversando como conocidos de años.
Compartimos la infancia y la adolescencia, no todos, no al mismo tiempo, pero, en algún momento entre nuestros doce y nuestros dieciséis años estuvimos juntos en el mismo espacio y en las mismas circunstancias.Esos cuatro años de nuestras vidas nos deben haber marcado a todos de alguna manera muy particular, aunque no nos demos cuenta muy bien porqué, ni en qué.
Algo natural, vital, y sano fluye de un modo relajado y tranquilo y nos reúne, cada cierto tiempo en torno a una mesa, con la familiaridad de quienes se conocen desde siempre, y, a la vez, son unos perfectos desconocidos porque hace más de cuarenta años que no hacen cosas en común.
La tecnología actual nos permite una cotidianidad que antes hubiera sido impensada, y que nos deja  la ilusión de un vínculo sostenido. Al menos, es una ilusión que, a veces, constituye la única compañía a la que podemos acceder, en forma inmediata.
Con el pasar de los años, aparece la esencia que sostiene a los seres humanos. Cuando creciste junto a otros, eso te liga para siempre.Es como un sello de identidad. No solamente por los recuerdos en común, no solamente por los espacios que compartiste, o las personas que marcaron tu existencia y la de ellos. Básicamente, es porque en la infancia y la adolescencia, las personas todavía creemos. Todo puede ser posible, todo se sufre al máximo y toda alegría desborda, también al máximo.
Algo de esa Fe a contracorriente, de esa felicidad sin frenos, de esos llantos compartidos y de esos amores sin esperanza, se nos queda grabado a fuego, en alguna parte de nuestro ser, en esa parte que nos define y nos acompaña de por vida. Algo perdura, y cuando nos volvemos a sentar juntos, aflora, y corre desbocado, y se viste de familiaridad y de pertenencia.
Podemos no ser amigos, pero nos pertenecemos en espacio y tiempo, y seguimos compartiendo tiempo y compañía, porque una dosis de niñez y adolescencia es como el elixir de la vida eterna, y lo necesitamos para seguir adelante.
Busquen a sus antiguos compañeros de banco, de recreo, de clase, de salón, de colegio, de escuela.Búsquense entre la multitud de extraños. Y, al menos por un rato, sentirán correr por su cuerpo, la extrema emoción de estar vivos.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

PLOMO EN LOS ZAPATOS.