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La Infección

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                                                                                                                        LA INFECCIÓN. Era un problema de chinos.Los chinos están muy lejos.A quien le importa un brote viral en China? Seguimos con nuestras cosas, con nuestros trabajos, con nuestras vidas. Seguimos planificando fiestas, asados, fines de semana yendo para la casa de la playa, los que pueden, o mateando con amigos, paseando por la rambla, yendo a nuestros gimnasios , en una palabra: transitando nuestro tiempo personal absolutamente atravesados por nuestra individualidad siglo XXI. Podríamos decir que la culpa la tuvo una fiesta de bodas y la absoluta inconsciencia de una señora  de  alta clase, que bajó del avión proveniente de Italia y nos contaminó masivamente. De hecho, en toda crisis viene bien tener a mano un chivo expiatorio, porque nos permite no mirar hacia adentro y quedarnos muy apoltronados, abrigados en el odio de clases (siempre útil a muchos), sin
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                                                     ESE CAMBIO DE HUMOR. La primavera y el verano son las estaciones vinculadas con la felicidad y el bienestar. Eso no es una casualidad. El sol está más cerca de la Tierra, sus radiaciones tienen una mayor incidencia sobre la superficie de nuestro planeta azul y nosotros, como seres vivos que somos, experimentamos cambios en nuestro ser, mental y físico, ya que, al final de cuentas, mente y cuerpo es uno solo. Nuestras endorfinas, aumentan, y hacen su trabajo de volvernos más fe lices, más optimistas, más alegres. ¿Pero, qué pasa cuando tenemos una condición biológica que nos predispone a la inestabilidad del humor? En esas circunstancias, la primavera y el verano pueden convertirse en las épocas más difíciles del año, tanto para nosotros como para quienes nos rodean. No se trata de los cambios diarios de humor, los pasajeros, los de la vida, los vinculados a algún evento que los explique y los justifique.No. Los cambios de la
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                      Bloqueo de diciembre. La compulsión a hacer balances emocionales en diciembre es casi un clásico y produce miles de posteos en todos los espacios virtuales. No voy a hacer una reflexión porque, uno de los fenómenos también frecuentes en diciembre son los bloqueos. Diciembre nos transforma en autómatas que van de celebración en celebración, de Shopping en Shopping, de supermercado en supermercado, y actuamos bloqueados y alejados años luz de cualquier momento reflexivo. Hace muchos años que dedico mucho menos tiempo a la compra de regalos, o termino armando el árbol dos o tres días antes del 24 de diciembre. Hace años que elijo menúes fáciles de ejecutar, y, a lo sumo, innovo con alguna receta nueva de ensalada. Las reuniones o "despedidas" a las que concurro son aquellas que me juntan con los que han formado parte de mi infancia o mi adolescencia.Reuniones que fluyen con afecto, y con la familiaridad que existe entre aquellas p
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                                           LOS VACÍOS. Una relación fallida, un trabajo terminado, una amistad frustrada, pérdida de empleo, pérdida de seres queridos, los hijos que crecen, un embarazo interrumpido, un amor que no aparece, el reloj biológico que dio su último tic-tac, diferentes fuentes de vacíos. Todos lidiamos con vacíos. No todos los vacíos son para ser llenados. Nos entrenan para evitarlos, para esconderlos, para saciarnos con cosas o con vivencias que no nos nutren ni nos aportan en absoluto.Nos entrenan para negarlos, para ignorarlos.Por eso andamos por la vida sintiéndonos incompletos y miserables cada vez que sentimos LA FALTA. Como si la FALTA fuera una enfermedad a curar. Andamos por la vida buscando metas y objetivos a cumplir, con tal de no mirar el agujero interior. Pero por algo existe. Algo señala, algo nos muestra. Lo llenamos con comida, con relaciones, con alcohol, con drogas, con trabajos, con viajes que no disfrutamos, con fiestas que

PLOMO EN LOS ZAPATOS.

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                                          PLOMO EN LOS ZAPATOS. Caminar la vida no siempre es un paseo feliz.A veces nos anestesiamos porque el dolor de cada paso es intolerable, y, otras veces, disfrutamos del recorrido, con la vista perdida, solo dejando pasar lo que hay afuera, viendo sin ver, y viviendo sin darse cuenta. También hay días en que la vida pesa como una suela de plomo en los zapatos. Ninguno de nosotros está libre de esas sensaciones. Cada momento difícil suele multiplicarse por mil a la hora de medir su peso en el ánimo, mientras que la felicidad parece apenas un toque efímero. No es fácil darse cuenta que, la mayoría de las veces, ese peso con el que cargamos, somos nosotros mismos. Es fácil poner la culpa afuera. Es más rápido decir que lo que nos rodea nos aplasta que darnos cuenta de que nosotros transformamos el afuera, nuestro afuera, en un infierno interior. Nos pesa una tonelada no aceptar al otro tal como es, y habilitarnos a partir, a alejar
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TODO LO QUE DAÑA... Vivimos inmersos en un discurso de lucha por el bienestar, de mensajes de "soltar", de evitar "gente tóxica, personas tóxicas, trabajos tóxicos", de sumergirnos en la paz del aislamiento mirando solamente lo que nos produce placer o nos gratifica. Las personas, hoy en día, tienden a tomar todo el mensaje en forma literal. Y el resultado es una terrible frustración. No siempre podemos abandonar a todos, dejar los trabajos, cambiarnos de oficina, o de sector, cambiar el jefe que tenemos, cambiar la familia que tenemos, en el seno de la cual crecimos, cambiar de país, de sociedad, de ciudad. No siempre podemos sacar de nuestra vida todo y a todos los que consideramos que nos molesta, o coarta nuestro crecimiento personal o nos satura. Usualmente, la señal de que no hemos podido resolver saludablemente nuestra relación con lo que nos causa daño, son esas explosiones de "limpieza compulsiva", donde todo nos sirve para tener un p

TIEMPO Y COMPAÑIA

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TIEMPO Y COMPAÑIA No podemos ser más diferentes, y, sin embargo, no podríamos ser más iguales. Compartimos un momento puntual de la vida.Igual que esos viajeros de excursión que coinciden todos en el mismo bus que va a Brasil, o que esas personas que hacen cola dos horas para hacer un trámite en la Intendencia o en Banco y terminan conversando como conocidos de años. Compartimos la infancia y la adolescencia, no todos, no al mismo tiempo, pero, en algún momento entre nuestros doce y nuestros dieciséis años estuvimos juntos en el mismo espacio y en las mismas circunstancias.Esos cuatro años de nuestras vidas nos deben haber marcado a todos de alguna manera muy particular, aunque no nos demos cuenta muy bien porqué, ni en qué. Algo natural, vital, y sano fluye de un modo relajado y tranquilo y nos reúne, cada cierto tiempo en torno a una mesa, con la familiaridad de quienes se conocen desde siempre, y, a la vez, son unos perfectos desconocidos porque hace más de cuarenta años que no