La Infección

                                                       




                                                                LA INFECCIÓN.


Era un problema de chinos.Los chinos están muy lejos.A quien le importa un brote viral en China?
Seguimos con nuestras cosas, con nuestros trabajos, con nuestras vidas.

Seguimos planificando fiestas, asados, fines de semana yendo para la casa de la playa, los que pueden, o mateando con amigos, paseando por la rambla, yendo a nuestros gimnasios , en una palabra: transitando nuestro tiempo personal absolutamente atravesados por nuestra individualidad siglo XXI.

Podríamos decir que la culpa la tuvo una fiesta de bodas y la absoluta inconsciencia de una señora  de  alta clase, que bajó del avión proveniente de Italia y nos contaminó masivamente.

De hecho, en toda crisis viene bien tener a mano un chivo expiatorio, porque nos permite no mirar hacia adentro y quedarnos muy apoltronados, abrigados en el odio de clases (siempre útil a muchos), sintiéndonos víctimas (eso ayuda mucho a la hora de no involucrarse), y teniendo donde volcar nuestras miserias, que no es poca cosa.

Pero el emergente es eso: solamente un emergente.Una cara visible, hasta un nombre.De pronto, un país de 3.500,000 se veía amenazado por la "epidemia china", porque a una señora "cheta", o "bien" se le ocurrió hacer lo que hizo, seguramente gran parte de su vida : vivir mirándose el ombligo y usando la línea de pensamiento que, más tarde, adoptarían muchos: "Esto no tiene que ver conmigo, porqué me voy a contagiar?"

Y, una noche de domingo, luego de que los casos positivos comenzaran a surgir tímidamente, en conferencia de prensa, el Presidente de la República anuncia: se suspenden las clases en el país, por tiempo indefinido, en todas las ramas de la enseñanza. Comenzamos el camino de China, de Italia, de España: cuarentena voluntaria (en nuestro caso).

La infección llegó. Y, lo que muchos no comprendieron, y aún no comprenden: llegó para quedarse. Luego tendremos más cuidados, (ojalá), tendremos vacuna (esperemos que sí, como ocurrió en otras pandemias), pero cuando llegan estos virus, ya no se van.

Tendremos que aprender a vivir con él.

Un virus que se combate, nada menos, que con agua ,jabón, y costumbres higiénicas. Y nos cuesta entenderlo.

Un virus que se combate con ambientes bien ventilados y limpios ( así Florence Nightingale pasó a la historia y cambió el concepto de cuidados de enfermería).

Un virus que se combate con un transporte público ágil, limpio, y con buses que reciban agua y jabón en forma más frecuente, durante el mismo día, para que las personas no viajen hacinadas en ambientes cerrados , llenos de gérmenes.


Pero siempre es más fácil complicar lo simple.Porque la miseria humana necesita escenarios masivos, cada cierto tiempo. Entonces acaparamos productos que no necesitamos, generamos especulación, un frasco de alcohol gel duplica, triplica su precio, canalizamos odios reprimidos y los volcamos masivamente sobre la gente que no comparte nuestras ideas ( pro cuarentena obligatoria versus pro cuarentena optativa), volvemos romántica la obligación de quedarnos en casa y nos olvidamos de los que no tienen para lo básico.

Tal vez, lo único bueno de las pandemias es que desnudan nuestras debilidades, y nos muestran dónde estamos fallando, y , en principio, este ausentismo global, nos ha permitido confirmar que el mundo, sin nuestra actividad, es un lugar más limpio, más puro, y no necesita más que unos tres meses de nuestro encierro para sanarse.



La infección, tal vez, es nuestra responsabilidad. No nuestra culpa. la culpa es estéril, nada crece en ella. Pero hacernos responsables, puede ser una pequeña luz de esperanza.


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